de vij

miércoles, febrero 6

La caída

Rocío tiene razón, la última entrada era más deprimente que el poema de Neruda, así que ahí va:

La caída se escuchó a 4 cuadras a la redonda. Era de esperarse, tal peso no iba a provocar un ruido leve, tenía que hacerse notar. Y lo hizo. Se hizo notar, pero se hizo notar mucho. Mucho. Tanto se hizo notar, en el barrio todos lo recordamos. Nos asustamos mucho. Martita, la hija de Coca, saltó del susto. Y nunca bajó. Se fue volando sin rumbo alguno, pero sin volver a tocar el suelo en su vida. Y la madre, que del susto se le salieron los ojos de órbita. Y de su lugar. Ahora sigue viendo, pero los tiene en sus fosas nasales. Claro, tiene el peor caso de tortícolis de la historia. Y todos los domingos llora por su hija, pero por sus cavidades oculares (quién sabe cómo). Jorge, el mecánico, también se asustó, y, aunque no tuvo la misma reacción que Martita, le pasó algo parecido. Él si volvió a tocar el suelo, pero nunca se despegó de él. La gravedad hizo que se enterrara 10 mts. bajo la superficie, y que la tierra que se había salido para dejarlo pasar, lo tapase completamente. Casi todos sufrieron. El panadero, cuyo nombre no recuerdo en este momento, se cayó para atrás del susto. Y estaba volviendo del sótano. Rodó por los 36 escalones hacia abajo, y seguía vivo. Los rumores decían que hubiese preferido morir antes de estar todo vendado y tirado en una cama en el hospital. A Danielito, "el" nene de la cuadra, se le cayeron los dos padres encima, ya que quién sabe por qué estaban jugando a hacerse caballito, y el padre estaba arriba, justo en ese momento, justo cuando el pobre chico pasaba por al lado. Hub catástrofes peores: a la pareja de jóvenes (tendrían veintipico) de la esquina de casa se les cayó el techo encima mientras comían sus chupetines de la tarde; a Fabiana, lachicaquemegustaba, se le cayeron los brazos. Y yo estaba hablando por teléfono con ella; mi tío paterno y mi tía materna fueron sorprendidos en un hotelucho, por una pared que les cayó encima. Por suerte ni a madre ni a mí nos pasó nada, porque en ese caso no estaría escribiendo ésto (claro, si por "no nos pasó nada" entendemos "dentro de casa todo seguía normal" ya que seguíamos en casa, pero casa no seguía en su lugar) y nadie se enteraría de lo que pasó aquel 15 de marzo, el día en que la gorda Ramirez se tropezó con mi triciclo.

Ah, el panadero se llamaba José.

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